Entre las cosas que más recuerdo siempre en éstas fechas decembrinas son: las vacaciones en casa de mis abuelos paternos –en un pueblo llamado Yahualica de González Gallo-, el nacimiento que poníamos en casa –Con las figuritas tradicionales de yeso pintadas a mano con colores vivos, representando a sus distintos personajes como el Señor San José, la Virgen María, el niño Jesús, El ángel, el burro, el buey, los diferentes pastores y pastorcillos, sin olvidar a sus ovejas, los pozos, peces, nopales y el malvado diablillo-, y las piñatas que rompiéramos en alguna posada a la que se nos invitara –siendo éstas hechas con cántaro y no de papel como es actualmente-.
Desgraciadamente en la actualidad estamos perdiendo éstas bonitas tradiciones que habían sobrevivido tanto tiempo, al ser substituidas –en el mejor de los casos ya que en otros casos simplemente ya no las celebran- por otras “norteamericanizadas”, en las cuales se tiene la inclusión de Santa Claus, los árboles de navidad, y las reuniones para bailar y tomar.
Tristemente hemos dejado atrás la esencia de lo que fueron y significaron alguna vez éstas fiestas, se ha perdido la religiosidad que la rodeaba, ya que no se asiste como era antes a la “misa de gallo”, se ha dejado atrás la famosa “letanía” con la que se salía en procesión con los peregrinos para luego “pedir posada”, con lo que se daba comienzo cada posada.
Espero que hagamos conciencia de lo que dejamos atrás y nos propongamos el rescatar nuestras tradiciones –lo que nos caracteriza como mexicanos que somos- ya que son éstas las que dan –y daban- lucidez a estas fechas.
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