Me sucedió uno de esos típicos domingos de padre de familia, me tocó ir con mi hija al Museo de Antropología para que hiciera una tarea que le dejaron, y encontré que al parecer, como ya iba a terminar el ciclo escolar, la afluencia a dicho museo fue muy baja –y miren que enteramos ya algo tardecito, mas o menos a las 11:00 de la mañana-, y que todos pasaban por las vitrinas solo dedicándoles unos instantes de su atención y agolpándose en el mostrador donde vendían hojas con un resumen del contenido de cada sala.
Al parecer, las nuevas generaciones de escolapios no le toman el debido respeto a los museos, viéndolos como meras molestias que deben pasar para presentar la tarea que un odioso maestro –según ellos- les encomendó, y no disfrutando el mero hecho de ver el legado que se nos dejó por parte de nuestros antecesores, el ver como era la vida y sus utensilios, poder ejercitar nuestra imaginación al transportarnos a esos tiempos con solo observar lo ahí expuesto.
Espero que algún día se pueda encontrar la fórmula de como interesar a los jóvenes en los museos.