Esta es la frase característica de uno de los tantos robots célebres que han hecho de las suyas en las películas a través de los años.
Este es uno de tantos robots inventados en las películas o la literatura, entre los cuales podemos mencionar por ejemplo, en la literatura, a los robots del libro de Asimov "Yo, robot", al robot de "el hombre bicentenario", y en el cine y/o la televisión al robot de la familia Robinson en "perdidos en le espacio", Jonny Five de "Fuera de control", Maximilian de la película de Disney "Abismo negro", El robot "Alicia" de la película "Metropolis" y los Terminators -aunque podríamos seguir y seguir y no terminar mencionandolos a todos-.
Al parecer el hombre desea a través de estos robots el poder trascender a la muerte, el poder ver reflejada en ellas sus deseos de inmortalidad, de poder crear algo que pueda dar testimonio fiel de él y su obra, de poder crear una máquina pensante con quien sentir que pueda ser su igual y que sea capaz de dialogar con uno como cualquier otro ser humano -lo que no ha sido posible con los animales, aunque ya ha habido adelantos con algunos-.
Si la tecnología sigue avanzando como hasta ahorita, creo que en un futuro no muy lejano podremos ver satisfechos los anhelos de tener un igual en inteligencia aquí en la Tierra -ya que yo no dudo que existan seres inteligentes en este grandisimo universo en el que habitamos- y que quizás tengamos que batallas con lo que nos expone Asimov en su libro de "Yo, robot" con respecto a la forma tan fría y cuadrada como razonan sus robots.
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